La salud bucodental es una parte esencial de nuestro bienestar general. Cuando acudimos a un dentista lo hacemos confiando en que el profesional aplicará sus conocimientos y experiencia para resolver nuestro problema de la mejor manera posible. Sin embargo, igual que ocurre en otras ramas de la medicina, en odontología también pueden producirse errores que derivan en daños para el paciente. En esos casos hablamos de negligencia dental o mala praxis odontológica.
Una negligencia dental se da cuando el profesional no actúa de acuerdo con los estándares mínimos de la profesión y esa actuación causa un perjuicio físico, funcional o incluso estético al paciente. No se trata de que un tratamiento no haya dado el resultado esperado —porque a veces un procedimiento puede fallar aun habiéndose hecho correctamente—, sino de que el dentista ha cometido un error evitable, ha actuado con descuido o no ha informado adecuadamente al paciente de los riesgos del tratamiento.
Colocación defectuosa de implantes dentales que provocan infecciones, dolor crónico o incluso la pérdida del hueso.
Extracciones realizadas de forma incorrecta, dejando fragmentos de diente o dañando nervios cercanos.
Lesiones en nervios faciales, que pueden causar hormigueo o pérdida de sensibilidad permanente.
Prótesis mal ajustadas que dificultan la masticación o generan problemas en la articulación mandibular.
Infecciones derivadas de una esterilización deficiente del instrumental.
Diagnósticos equivocados o falta de diagnóstico que retrasan el tratamiento correcto.
Tratamientos innecesarios, como colocar implantes o endodoncias sin que realmente hicieran falta.
Es normal que un paciente dude si lo que ha experimentado es una complicación “normal” del tratamiento o una auténtica negligencia. Para aclararlo, hay varias señales que conviene tener en cuenta:
El problema persiste o se agrava tras el tratamiento, en lugar de mejorar.
El dolor es desproporcionado o aparecen síntomas inesperados como pérdida de sensibilidad, inflamaciones recurrentes o problemas para hablar o masticar.
El resultado estético o funcional es claramente deficiente, muy por debajo de lo que se considera razonable.
El dentista no informó previamente de los riesgos o alternativas del tratamiento.
Se niega a entregar la historia clínica o radiografías cuando el paciente las solicita.
En estos casos, lo más recomendable es consultar con un perito odontológico, como la Dra. Beatriz Raga, que analizará el historial clínico, las radiografías y la situación actual del paciente. Su informe independiente es lo que permite determinar si realmente ha existido negligencia y, en caso afirmativo, sirve como prueba en un proceso de reclamación.
El informe de un perito odontológico no solo describe qué ha ocurrido, sino que valora si el profesional actuó siguiendo los protocolos habituales. Además, establece la relación entre la actuación negligente y los daños sufridos por el paciente. Este documento puede ser utilizado tanto en un procedimiento judicial como en una reclamación extrajudicial contra la clínica o el seguro.
En resumen, una negligencia dental no es simplemente un tratamiento que no salió como esperabas, sino un error profesional evitable que te ha causado un daño. Si sospechas que es tu caso, lo mejor es reunir toda la documentación (presupuestos, radiografías, informes) y consultar con un perito. La tranquilidad de saber si tienes derecho a reclamar y cómo hacerlo es el primer paso para defender tu salud y tus derechos.